miércoles, 8 de junio de 2011

:::La pena de muerte de Maria Elena Walsh:::

Fui lapidada por adultera. Mi esposo, que tenia manceba en casa y
fuera de ella, arrojo la primera piedra, autorizado por los doctores de
la ley y a la vista de mis hijos.
Me arrojaron a los leones por profesar una religion diferente a la del 
Estado. 
Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio
encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar 
en la espalda, estigma demoniaco.
Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.
Fui condenado a la horca por encabezar una rebelion de siervos 
hambrientos. Mi señor era el brazo de la justicia.
Fui quemado vivo por sostener teorias hereticas, merced a un 
contubernio catolico-protestante.
Fui enviada a la guillotina porque mis camaradas revolucionarios 
consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la 
Mujer entre los Derechos del Hombre.
Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de 
unitarios.
Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una
interna de federales.
Me suicidaron por escribir poesia burguesa y decadente. 
Fui enviado a la silla electrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo
de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele
decirse de los embriones en el claustro materno.
Me arrearon a la camara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al
de los verdugos.
Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, 
arrojandome semivivo a una fosa comun.

A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con 
certeza que delito merecia la pena capital. Siempre supieron que yo, 
no otro, era el culpable. Jamas dudaron de que el castigo era
ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad
retrocede en cuatro patas. 

Gracias una vez mas! 

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