domingo, 5 de mayo de 2013

:::Jackito:::

Fue aquella noche en donde todo empezaba mal aunque sucediera en un colchón de nubes y aunque todo parecía que iba a estar bien en la soledad que aquel deforme cubículo las cosas se empezaron a poner tensas al comienzo de la soledad, en la oscuridad de la noche y con esos extraños ruidos que empezaron como murmullos y terminaron en visibles realidades dueñas de la noche, dueñas y sirvientes al mismo tiempo.

Eran dos los seres en el cubículo, uno perdido y el otro atento a lo suyo…sin temor a nada veía cosas que no debía, investigaba mundos que no eran el suyo y eso no estaba bien…la oscuridad comenzaba a perseguirlo sin que él se diera cuenta, sin que nada lo advirtiera…las puertas del cubículo comenzaron a temblar, en los techos se sentían pasos pesados y el viento del exterior había cambiado, la habitación se volvió demasiado fría de repente y el sujeto se abrigo, el otro yacía ido frente a un extraño objeto que emitía luz y sonido sin sentido aparente, difícil de explicar.

Los ruidos externos se volvían más intensos al igual que el nerviosismo de aquel segundo sujeto que ya no pudo continuar con lo que estaba haciendo, apago el aparato que estaba utilizando para enlazar diversos universos y se concentró en la inestabilidad de su cubículo…sabía que aquello que se encontraba afuera estaba determinado a entrar y…muchas veces se le cruzo por la cabeza la idea de despertar de aquel eterno sueño al sujeto frente al aparato de las luces pero…corría el rumor de que al hacer eso, el sujeto podría morir y…si no fallecía de todas formas era demasiado inútil para cualquier tarea bajo presión que se le solicitara, no servía de nada.

Ya había comprobado que nada estaba bien, el (mal) venia por el sin más remedio. Escucho que por la ventana ya se disponía a ingresar el emisario de este maldito engendro que más tarde vendría a buscar sus restos pero…este pequeño servidor no pudo hacer nada, no pudo entrar al cubículo en donde residían aquellos dos portadores de la magia, esa magia codiciada por el mal..y pudo ahuyentar al mal…solo hizo sonar sus trompetas y este se esfumo, asustado…casi termina con su vida.
Estaba en alerta, lo iba a estar toda la noche, pero todo se estaba calmando de a poco, de repente. Llamo a sus protectores y estos acudieron por precaución, él se acostó en su alcoba aunque el sueño lo esquivaba y alerta mantenía sus ojos sobre el pasillo de ingreso, custodiado ahora por sus guardianes.

La noche pasaba y todo la tensión y los hechos sucedidos quedaban atrás, el sueño se reconciliaba con su ser y lo envolvía de a poco, sus ojos comenzaban a cerrar y la bondadosa oscuridad lo llamaba.

Aquel pasillo se oscureció de repente, una oscuridad extraña, por tramos, no era una oscuridad uniforme…era LA oscuridad que venía por él y…ya no podía hacer nada, el sueño se había complotado para obtener una parte de aquel sujeto, una parte del botín.

Era esbelto, muy alto, oscuro y muy parecido a un Shinigami del folklore japonés, era El y venia por el…¿Había algo más que se pudiera hacer?

Sus guardianes parecían no reaccionar aunque los llamaba, era demasiado extraño y ya no sabía más que hacer que indignarse, sufrir, llorar y…odiar!!! Odiar demasiado, odiar como nunca antes había odiado y crear oscuridad…y la creo y supero a aquella oscuridad que venía por el…su poder había sido mayor…todo se volvió oscuro, lo último que pensó es sobre quien iba a ser quien de verdad se llevara el botín por la mañana.

:::El Vuelo del Cóndor:::


Y sucedió que en el gran nosocomio cósmico en donde se atendían las urgencias de las constelaciones más lejanas y pequeñas de las galaxias un día llego el sol y pregunto sobre lo que le estaba pasando, no sabía porque  de repente se hacía mas débil que lo normal, su poder se difuminaba y se volvía transparente, se volvió un canal por donde cualquiera que quisiera podría pasar. Era algo demasiado dramático y extraño para su costumbre, su poder indiscutible quedaba reducido a un orificio que crecía y se profundizaba un agujero de gusanos en su interior.
Y…en la gélida espera se aproximó el diablo blanco hacia el sol queriéndole vender las mil maravillas del cielo después del fin pero…el astro solar no confiaba en el, no tenía fe para entregarle y...fue cuando aquel, el diablo, lo sentencio y pocos años de vida fue los que le dio hasta su fin.

Lo que pasaba en realidad es que las vueltas del destino son trágicas y tendenciosas y el destino se cobró las burlas de la primera era del sol cuando él se mofaba de que nunca moriría y seria para el siempre el único y el más grande. Al pasar los años, el astro se burlaba de quienes no creían en su eternidad y se burlaba incluso de aquel dios eterno en que la mayoría creía a su alrededor, se burlaba de su forma de morir y de su forma de vivir hasta que un día todo se dio vuelta y…no fue sentenciado por la vara de un romano, incluso tampoco fue como el clásico Harakiri japonés que él iba a terminar sus días pero…si más similar a este que al primero, su mundo se derrumbó al saber como iba a ser su fin, ese día cambio de verdad y para siempre. El diablo se divertía.

Y los sucesos iban a ser más o menos los siguientes: El interior se impondría progresivamente al exterior, se consumiría desde adentro, rompería las duras y las convertiría en las mismas armas que utilizaría el poseído para destruir a su huésped, sería una lanza pero…también sería el núcleo de si mismo, un suicidio involuntario de un alma fuerte pero quebrada. Su estructura se achicaría por dentro, se consumiría y se volvería fría y oscura, comenzaría a doler de a poco pero justo antes del final sería insoportable. Y pasaría mucho tiempo hasta que el fin llegara, cuando el mismo estuviera en el conflicto máximo consigo mismo, ese sería el momento en el que, para su satisfacción, este se apagara para siempre.

Y aquel particular cóndor, aquel macabro elemental que alimentabase de la carroña, solo esperaría este final y vería todo desde lo alto del mundo mientras pasaba.